Amanecía en el Pastaza y doña Petra veía con satisfacción una pequeña taricaya rezagada que acababa de poner sus huevos en la playa. El negocio iba muy bien gracias al Plan de Manejo de taricayas, que casi habían desaparecido a finales de los años noventa. Los huevos de taricaya tienen mucha demanda en los mercados locales y son una fuente de proteína imprescindible para los pobladores locales. Esto dio lugar a una extracción indiscriminada de huevos de taricaya, sin dejar que la tortuga creciera y se volviera a reproducir. Ahora con los planes de manejo, se han repoblado recordando las técnicas ancestrales y mejorándolas con conocimiento científico. Las mujeres de la comunidad se ocupan de su resguardo, manejo y recolección beneficiando a todos los pobladores con los ingresos.   

Este es un ejemplo claro de bionegocio. En palabras simples, significa utilizar los recursos naturales a disposición de manera sostenible (ambiental, social y económico); ya sea comercializándolos directamente o dándoles un valor agregado. Dada la megadiversidad del Perú, nuestro país está posicionado para un liderazgo en este sector. Es más, según datos estadísticos del Ministerio del Ambiente (Minam) y PromPerú, en la actualidad las ventas de los productos peruanos derivados de alimentos naturales y plantas medicinales y aromáticas nativas bordean los US$460 millones anuales en Estados Unidos”.

También es un ejemplo claro del rol de la mujer rural en la economía del hogar y como emprendedora social, no sólo en su ámbito familiar sino también por su contribución al desarrollo económico del país. Las mujeres rurales, además de atender los quehaceres domésticos, tradicionalmente se ocupan, por lo general, de los cultivos de panllevar para la familia; son activas en la transformación de productos y en su comercialización. Pero este rol de apoyo, durante los últimos años se está convirtiendo en un rol de liderazgo.

Amanecer en el Pastaza. Foto: Patricia León

De acuerdo con Produce, al cierre del 2018 existen 1.3 millones de Mypes lideradas por mujeres de las cuales casi el 80% se ubica en el interior del Perú. Por otro lado, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) 2017, las actividades económicas con mayor presencia de mujeres son: comercio (39.6%), agropecuario (27.1%), servicios (25.8%) y manufactura (7.5%). El Perú tiene la tasa de emprendimiento femenino más alta de la Alianza del Pacífico, con 22.9%

Ya que el bionegocio tiene como insumo primordial los recursos naturales renovables, es una oportunidad inmensa para aumentar la participación de la mujer rural en la economía. Si aunamos la capacidad de emprendimiento de la mujer peruana, y el incremento de demanda internacional por productos naturales manejados sosteniblemente, tenemos un potencial significativo para promover el rol de la mujer rural e indígena como emprendedoras.

Desde la tradicional elaboración de artesanías con fibras y tintes naturales –alpaca, algodón, fibras vegetales– hasta la recolección y procesamiento de los nuevos super alimentos amazónicos –camu camu, castaña, sacha inchi, aguaje– el Perú ofrece innumerables oportunidades. Sin embargo, de acuerdo con la Asociación de Emprendedores del Perú (ASEP), sólo tres programas del Estado apoyan el emprendimiento femenino en el Perú, a diferencia de los otros países de la Alianza del Pacífico: 23 de Colombia, 14 de Chile y 11 de México. No desperdiciemos esta oportunidad: debemos crear programas de apoyo al emprendimiento femenino para el sector bionegocios.

En el Pastaza, el esfuerzo de doña Petra ha logrado mejorar la atención de salud de su comunidad, así como el nivel de educación primaria. Han vuelto a ser una comunidad saludable y unida con un propósito común, pues también los hombres se ocupan del Plan de Manejo de varias especies de peces y ya empiezan a recolectar frutos como el aguaje para incrementar los ingresos. Aun hay muchas necesidades y retos, pero se ha avanzado.


(Foto abridora: Andina)